El mito de los nativos norteamericanos

Los nativos norteamericanos, en la mayoría de las creencias hacen referencia al "Gran Espíritu", una fuerza desconocida que está presnte en todas las cosas vivas.

También conocido como el "Gran Hacedor" o "Creador", responsable de haber creado el universo y todo lo que hay en él. El "Gran Hacedor" es ayudado por otros espíritus, unidos a varias partes de la naturaleza.

El "Gran Espíritu" tiene distintos nombres en las diferentes tribus nativas norteamericanas. Los Algonquin se refieren a él como "Gitche Manitou", los Shawnee "Finisher" y los Cheyenne lo llaman "Heammawihio".

Los nativos norteamericanos creen que la tierra y la gente están unidos por una interdependencia mística.

Pocas veces fueron escritas historias sobre los espíritus, pero se transmitieron oralmente de generación en generación.

El folklore y el mito son usados para explicar los fenómenos naturales, desde cómo la gente primero gritó, hasta cómo se crearon los rios y las montañas.

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Sirenas

Existen muchas versiones sobre las sirenas.

Una de las más famosas es la de unas criaturas míticas que viven los mares de todo el mundo.

La mitad superior es una mujer muy bella, siempre con pelo largo y de cintura para abajo, tienen el mismo cuerpo que un pez.

Durante siglos los pescadores y marineros han contado muchas historias. Las primeras observaciones fueron hechas en Asiria, alrededor de 1000 a.C.

La imágen más popular es la de una sirena sentada en una roca, luciendo muy bella y mirándose en un espejo.

Muchas de ellas bondadosas, concediendo deseos a los marineros que las ayudaban, pero también muchos de ellos decían que si veían a una de ellas significaría la muerte, un naufragio o un presagio de tormenta.

Otras historias cuentan que las canciones que cantan las sirenas atraen y encantan a quienes las escuchan, en esa atracción los marineros llegaban a las rocas y sus barcos se rompían en pedazos.

En la mitología griega son seres fabulosos, se distinguen por una voz muy atractiva y musical. Las representaciones artísticas más antiguas las muestran como aves con rostro o torso femenino, asociadas probablemente de las aves en cuanto al canto, así como al frecuente uso de los seres alados para representar a los espíritus de los muertos.

En ofrendas y monumentos se encuentran las primeras huellas gráficas de las sirenas.

En la época preclásica se identificaban con náyades, su canción se describía como algo irresistible que llevaba a la perdición de los marinos. Algunos relatos cuentan que las hacen descender de los dioses fluviales Aqueloo o Forcis o de las musas Estérope, Melpómene o Terpsícore, relacionadas con el canto y el baile.

El número es impreciso, contándose entre dos y cinco, los nombres registrados incluyen: Pisínoe, Parténope, Agláope, Telxiepia o Telxínoe, Ligeia (empleado luego por Edgar Allan Poe para el cuento homónimo célebre sobre una mujer de mortal belleza), Molpe, Leucosia, Radne y Teles.

Los antropólogos han debatido mucho sobre si esas figuras no son genios de los pasos que guardan o invitan a las Puertas de la Muerte, emparentadas con Escila y Caribdis, a las que están próximas en los mitos homéricos.

Eurípides en una estrofa del coro de Helena (verso 168) las llama parthenikoi Kirai "jóvenes doncellas" παρθηνικοι κοραι, aquí se apoyan laurence Kahn-Lyotard y Nicole Loraux para incluirlas dentro de las figuras del más allá, así es como las identificaron como las cantoras de las Islas de los Bienaventurados descritas por Platón.

Han figurado con mucha frecuencia en episodios míticos. En algunas versiones narran que acompañaban a Perséfone cuando fue raptada por Hades y que su apariencia bestial fue el castigo impuesto por Deméter, por no proteger a su hija del dios del inframundo.

En otras versiones, el cuerpo alado es un don de Zeus, que así les permitió seguir al raptor y en otras, que es una pena impuesta por Afrodita, por resistirse a la voluptuosidad.

En los tiempos de ahora, las sirenas se representan con una abrumadora belleza, seguramente que en la tradición clásica su único atractivo radicase en su voz y que su apariencia fuese monstruosa.

Horacio, en la Epistola ad Pisones, hace mención a un híbrido de mujer y pez como un sujeto hilarante:

desinat in piscem mulier formosa superne; - si en pez acabase lo que es una hermosa mujer por encima,
spectatum admissi, risum teneatis, amici - ¿aguantaríais la risa al verlo, camaradas?

También se ha comentado que las sirenas que intrigaron tanto a Sigmund Freud, son la intelectualización tardía de un hecho narrativo que aúna peligro y belleza. Lo que sería lo mismo que se ha dicho durante siglos a su origen como horrendas y extraordinarias cantantes que ocultaban el asesinato y la antropofagia.

Para jóvenes y niños, las sirenas son mágicas, nada de horrendas y de buenos sentimientos.

Las sirenas son mezcla de lo mágico y lo mítico.

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